sábado, 25 de abril de 2015

El ¿negocio? de la inmigración.

Bastante mal me sabe despertarme día tras día y ver cómo el mar Mediterráneo se convierte en una sutil y húmeda fosa común para aquellos que huyen de la miseria, el terror y la enfermedad, buscando simplemente poder desarrollar una vida digna o darle recursos a sus familias. Es lo normal que haría cualquier persona consciente de su necesitada condición que observa la inexistencia de esperanzas para subsistir en su tierra natal. Veo heroico que se lancen a la aventura impulsados tanto por su desesperación como por la ilusión de mejorar el panorama ante el que se encuentran, especialmente, sus seres queridos. No ponerse en la piel de estos valientes no sé qué revela, si una falta de humanidad o un extremado egoísmo. ¡Qué gran error es mirar el ombligo de uno mismo y cerrar el corazón al necesitado!

Podría enrollarme criticando el auge materialista, consumista e inhumano de Occidente que le hace reaccionar indiferentemente ante la mayoría de los naufragios de pateras, que necesita de tragedias como la de Lampedusa, con cientos de muertos y/o desaparecidos, para centrar su atención en el drama de la inmigración; pero prefiero enfocar el problema desde un punto de vista que, aunque ignorado, debemos tener en cuenta si realmente perseguimos acabar con las injusticias que viven los africanos dispuestos a conseguir un futuro mejor.

La cuestión sobre la que quiero reflexionar no es otra que la de aquellas mafias magrebíes poseedoras de embarcaciones y, que a cambio de entre 3000 y 6500 euros (lo que ahorra, por ejemplo, una familia de Etiopía en varios años) venden el gran sueño europeo. Estas organizaciones se lucran de la necesidad ajena, moviendo millones de euros. Son grupos criminales organizados y sin escrúpulos que actúan a sus anchas ante la inacción de los gobiernos y las organizaciones internacionales, las cuales deberían volcarse verdaderamente para acabar con este drama.

Sabemos de la existencia de estas mafias por la prensa, que tiene acceso a la escasa información que comparte en sus diarios con el resto de los mortales. Nos muestran la punta del iceberg. Sin embargo, si grupos empresariales consiguen estos datos, ¿hasta dónde pueden llegar los centros de inteligencia nacionales de cada país? ¿Y los internacionales? ¿Por qué no podrían conocer bastante más acerca de esta gentuza? Y si lo saben y tienen la información necesaria (lo cual es seguro porque difícilmente se puede camuflar tales movimientos de dinero y embarcaciones), ¿por qué no se les intercepta, cortando el problema de raíz? Es decir, medios hay más que suficientes si realmente Occidente y los países del Norte de África se vuelcan para acabar con este cruel y siniestro negocio. No quiero pensar mal, pero tan responsable se es de hacer como de omitir, y la inacción en este sentido muestra o complicidad o indiferencia, y no puedo distinguir cuál de ellas es peor. Parece ser que cuando los Derechos Humanos chocan con el dinero, éste se los lleva por delante.

Llegados a este punto, no puedo dejar de sentir asco y vergüenza. Asco ante la inacción de aquellos que disponen de los medios suficientes para acabar con este negocio llamado inmigración y que por puro interés, que es lo que mueve al mundo "turbocapitalista", deciden no intervenir defendiendo al ser humano. Vergüenza porque con tragedias como estas veo cómo aquella Europa defensora del Humanismo, que logró tantos avances en cuanto a la dignidad, la igualdad y la libertad se refiere;  se encuentra en jaque por una filosofía de la rentabilidad, el egoísmo puesto en escena, que justifica cualquier injusticia por la debida cantidad de dinero.

Con el problema de la inmigración también me surgen dudas sobre si realmente se ha abolido la esclavitud, la servidumbre, o realmente nos encontramos ante un panorama de lo que se podría llamar "neo-esclavitud", consistente en, aprovechando la desesperación vivida por millones de africanos, conseguir mano de obra barata en los países hacia los que se dirigen. Por ejemplo, un camerunés aceptará un duro trabajo de 200 míseros euros, aunque tenga que vivir en unas condiciones realmente aberrantes, si con ello puede mantener a su familia. No es libre de elegir, ¿o es que acaso se puede decidir libremente entre ganar lo mínimo para subsistir o morir? Lógicamente no y quien diga lo contrario miente o se niega a verlo. Una persona que no tenga cubierta la alimentación, la sanidad y la seguridad difícilmente podrá actuar movida única y exclusivamente por su libertad, sino que se verá condicionada por factores externos que no hacen más que frenarle, pararle los pies y entregarse a lo primero que encuentre para asegurar la existencia de su familia y la suya. No ocurre lo mismo con nosotros, nacidos en un Estado del Bienestar (aunque ahora intentan cargárselo) en el que, teóricamente, se nos trata de dar esas necesidades primarias resueltas para así poder dedicarnos a una mayor autorrealización personal, que es la esencia de la libertad en sí.

Sinceramente, no paro de agigantar mis dudas, me cuesta creer que los Derechos Humanos existan realmente y no se traten de una ficción, algo para limpiar nuestra conciencia y creer que hacemos bien las cosas, que se hace lo correcto, cuando no es así. Mafias que se lucran, gobiernos cómplices y eficiencia económica como la justificación de tanta barbarie. Esta es la realidad, aunque no se hable de ella en los medios de comunicación. Este es el fondo del problema.

"Derechos". Esa palabra me ronda en la cabeza contínuamente, me deja intranquilo. Veo tanta injusticia, tanta miseria, tan poca equidad, tanta desigualdad, etc. y no puedo dejar de llegar a la misma conclusión: la existencia de seres humanos de primera, de segunda y de tercera clase, que en función de la creencia, la renta o el tono de piel tendrán más o menos importancia para nuestra falsa "avanzada" sociedad; y que ya, conforme a su clase, tendrán todos los derechos habidos y por haber, solo unos pocos o ninguno, respectivamente.

Me entristece ver el panorama en el que nos encontramos. Si algún día tengo la suerte o el privilegio de coger un barco por aguas mediterráneas, prefiero no ser consciente de la realidad, vaya a ser que vomite de asco antes que por las nauseas nacidas del oleaje.




1 comentario:

  1. huyen de dictaduras cuando en Europa hayun auge de partidos xenobofos

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